sábado, 2 de octubre de 2010

Silvia y Bruno de Lewis Carroll


Esta es la última obra que escribio Lewis Carroll, poco conocida y apenas reeditada en español. Fue eclipsada por “Alicia en el País de las Maravillas” y se la ha considerado una obra menor, un mero panfleto.
Sin embargo, en ella podemos apreciar al mejor Carroll, quien como un distinguido chef, nos sirve un banquete de palabras, elaborado con ingredientes de primera calidad, siempre en su dosis justa: un buen toque de humor inglés que en ocasiones roza el absurdo; lucidas críticas a la realidad política y social de la época y sus instituciones; la inocente mirada al mundo característica de la niñez, y algunas máximas morales que aquí y allá aparecen a lo largo del libro, y sin llegar a cansarnos nos edifican.
Los personajes que dan nombre a esta novela, Silvia y Bruno, son los inquietos hijos del alcaide del país de los duendes, Tierrafuera.
Ya en el primer párrafo del texto, observamos como el orden convencional se invierte, dándonos a entender que nos encontramos ante una parodia a nuestra realidad cotidiana: “Algunos gritaban ¡Menos pan!, otros ¡Más impuestos! Pero ninguno parecía saber bien lo que quería decir”. Aquí el pueblo de Tierrafuera, reclama por sus derechos ante el palacio real, pero esta manifestación es orquestada por el canciller, que conspira junto con el vice alcaide para que este último sea nombrado emperador de Tierrafuera, engañando al alcaide.
Paralelamente, otra trama se va haciendo presente en la novela: La historia de los esfuerzos del narrador por ayudar a su Doctor, que duda en expresar su amor a Lady Muriel , una deliciosa joven que esta pronta a casarse con un soldado de alto rango.   
El narrador nos transporta, o mejor dicho, es transportado de manera intermitente entre estos dos mundos, el de las Hadas y los Duendes, intenso y onírico, y el “Real”, un mordaz espejo de la sociedad inglesa del siglo XIX.
Estas dos historias se van entrelazando, y si bien en algunos casos el narrador nos avisa que vamos entrar en el mundo de las hadas, al caer presa de un sentimiento “eiree” (palabra escocesa que significa encantado), otras no estamos del todo seguros en que mundo estamos.
Pero no solo nosotros nos confundimos, el narrador también esta en un buen lío, al punto que llega a dudar de su salud mental, ya que algunos personajes pueden verlo en ocasiones y otros no, situación que va cambiando constantemente a medida que avanza el relato: “¿Podría ser usted tan gentil de mencionar donde estamos en este momento y quienes somos, empezando por mi?”
Carroll no deja que nada escape a su mirada satírica:  
*Los discursos de los políticos de turno y sus falsas promesas. Las oscuras maniobras de los traidores (el canciller, el sub, vice alcaide y su mujer) para hacerse con el poder.
* La ciencia, que encarna el profesor, un despistado sabio que invento tres nuevas enfermedades y una nueva forma de quebrar un cuello, “a veces dice cosas que solo el otro profesor entiende, ¡y a veces dice cosas que nadie puede entender!”
* El modelo económico capitalista, basado en la ley del dinero, inventada por el profesor para satisfacer al nuevo emperador, que quería que su gobierno fuera popular y decidió que todo habitante del país fuera el doble de rico. Como no había tanto dinero en la tesorería se duplico el valor de toda moneda y todo billete, “No se ha visto nunca una alegría tan grande. ¡Las tiendas están repletas mañana y tarde! ¡Todo el mundo compra de todo!
* Los clichés legales: “Debo mencionarle que todo lo que diga puede ser usado en su contra, le dijo el profesor al campesino. Ah, entonces no digo nada, le contesto este y huyo rápidamente”
* Tampoco la literatura se salva. Tanto las fabulas de Esopo como el teatro de Shakespeare se encuentran satirizados por estos inocentes duendes.
Pero no todo lo que brota de la boca de los personajes es ironía, también encontramos agudas máximas morales, acotaciones a pasajes de la Biblia e ideas que en la época en que se escribió esta novela debieron causar un gran revuelo.
Cabe destacar en este aspecto la consideraciones del narrador sobre la moral reinante: “Lo bueno y lo malo se estaban convirtiendo en la ganancia y la perdida y la religión en una transacción comercial”
También la opinión de lady Muriel sobre la guerra entre gente de diferentes tamaños nos lleva a reflexionar: “¿Se comunicarán entre si las diferentes razas? ¿Se harán la guerra unas a otras o concertarán tratados? La guerra debería excluirse, creo yo. Cuando se puede aplastar a toda una nación de un puñetazo no se puede hacer guerra en igualdad de condiciones”
Por si todo esto fuera poco, están Silvia y Bruno, que acompañan al narrador a su mundo y cometen las travesuras típicas de todo niño, divirtiéndonos constantemente. Tampoco olvidemos las extrañas canciones que canta el jardinero del palacio, que si bien rozan el sinsentido, parecen querer decirnos algo muy importante.
Podemos agregar que en el capitulo referido al reloj tierrafuerino, se aprecia un interesante ejercicio de ciencia ficción, y es según creo, uno de los primeros relatos en los que se desarrolla un viaje a través del tiempo.
Si bien la lectura del libro nos deja una agradable sensación de bienestar, no podemos menos que señalar que ninguna de las historias concluyen demasiado bien, ya que ni el Doctor se queda con la muchacha ni Tierrafuera es liberada de la tiranía.


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